Yo soy sólo un muñeco pero tengo vida gracias a mi amigo Jesusito. Pero esta es otra historia que pueden ver en mi blogger.
o0o
La pequeña
María estaba sentada bajo el árbol de su casa, el frondoso sicómoro. Era aún
temprano y, sin bien es cierto se podían escuchar los ruidos característicos de
un pueblo: los ladridos de algún perro o el cantar de las aves silvestres; el
ambiente estaba cálido, equilibrado y silencioso.
Salomé y Juana, sus amigas tardarían en salir. Lo hacían cuando el sol estaba
alto y la mañana iba a terminar. Ellas acostumbraban a quedarse retozando con
pereza en sus camas, hasta que sus madres prácticamente las obligaban a salir.
María, era diferente. Ella abría sus ojos cuando sus padres dejaban el lecho.
Mientras estos se lavaban y arreglaban, preparándose para iniciar el día. María
se vestía presurosa y luego de lavar su cara y sus manos, se ubicaba entre
ellos para participar en la oración de la mañana.
Joaquín, por ser el hombre de la casa dirigía la oración.
Hoy, las palabras de su padre llevaron a María a un estado muy especial. Por su
corta edad no podía definirlo; pero en su corazón se habían encontrado
diversos sentimientos: alegría, tranquilidad, gratitud y confianza. María se
sentía protegida como una pequeña oveja en brazos del pastor. Alimentada;
conducida, defendida contra los peligros. Esa mañana, las palabras de
Joaquín, habían abierto una nueva puerta para su vida naciente; una
puerta por la que entraba plena la luz, una luz proveniente de la más pura
felicidad.
María cerró sus ojitos brillantes y recordó las palabras del salmo inspirado
del Rey David, y que su padre esa mañana recordara en la oración:
"El Señor es mi pastor, nada me falta.
En prados de hierba fresca me hace descansar,
me
conduce junto a aguas tranquilas,
y renueva mis fuerzas.
Me guía
por la senda del bien,
haciendo honor a su nombre.
ningún mal temeré
porque
tú estás conmigo; tu vara y tu bastón me dan seguridad.
Me
preparas un banquete para envidias de mis adversarios,
perfumas
con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.
Tu amor
y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida; y
habitaré por siempre en la casa del Señor." (S. 22)
Cuando Ana salió a buscar a su hija, se
impresionó. Llamó presurosa a su esposo. María estaba reclinada sobre el tronco leñoso.
Sus manitas extendidas a lo alto como deseando entregar un algo propio a un ser
invisible y superior. Todo su ser estaba iluminado como si brotara de su cuerpo
un halo de luz propia. Pero, lo más difícil de explicar en su actitud, era la
blanca carita sonriente expresando tanta paz y seguridad.
Tanto Ana como Joaquín presintieron que su
hija era realmente diferente.
Sin duda era diferente, fue la elegida desde siempre para ser la madre de Jesús, nuestro salvador. Nuestra madre del cielo por derecho divino. Abrazos Panchito y papá Jetron. Dios con ustedes
ResponderEliminar