lunes, 18 de noviembre de 2013

MARÍA NIÑA




Yo soy Panchito, el títere de Jetrón...
Hoy quiero contarles una nueva historia de La Virgencita María. Una niñita que está creciendo y no deja de asombrar a sus papitos Joaquín y Ana. 
  

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          María ha crecido.  Ya no es la pequeña que trataba de ayudar a su madre en las tareas de la casa. Ya tiene doce años de vida y su apariencia física ha cambiado. La carita redonda y sonrosada que era marco de alegría se ha ido afinando y hoy expresa tranquilidad y paz. Sus ojos, claros y serenos, no solo captan lo visual sino que entregan dedicación y ternura a quien los mira. Es alta y espigada; pero esa apariencia delicada que para esa época pudiera confundirse con debilidad, esconde una vitalidad y una energía inexplicable. María, la niña María, es una niña hermosa que trata de ocultar esa belleza material detrás de su humildad.

          Una mañana temprano María volvía de la fuente. Cargaba sobre su cabeza, en admirable equilibrio, el cántaro de agua. No era liviana la carga que la niña llevaba, pero parecía hacerlo sin esfuerzo. Caminaba sin prisa, y mientras avanzada pensaba, recordaba trozos de su vida, sus sueños que eran, a veces, tan extraños y diferentes a los que sus amigas solían compartir. Recordaba también las historias que su padre le narraba desde  que era tan pequeña; y que ahora podía escuchar en el oficio sabático de la Sinagoga.

         Caminaba frente a la casa de su amiga Juana.
         -¡María... María! ... Hola María ¿Vienes de la fuente?

         María sonrió con ternura; la respuesta era evidente ya que el cántaro sobre su cabeza hablaba por si mismo. Pero, le respondió con cariño:
         - Si, Juana, vengo de la fuente-
         - Es que nadie va a la fuente tan temprano como tú. ¿Cómo lo haces para cargar el cántaro sobre la cabeza?
         - Amiga, la mañana es fresca y el agua es más  limpia y  más fría. Y... es el Señor quien me ayuda. 
.   
         María ya estaba llegando a su casa. Ana, su madre, salió a su encuentro.
         - Hijita, no era necesario que hoy fueras a la fuente; aún queda bastante agua en las tinajas.

         María descargó el jarro sobre la mesa y sacando agua en un vaso de greda, de su interior, respondió a su madre:
         - Madre, es agua nueva, agua fresca, agua viva. Es agua que Dios nos regala cada día. Con ella un día se lavarán nuestras faltas; pero hoy saciará nuestra sed.

         Ana no pudo comprender del todo lo dicho por María. No era extraño aquello María muchas veces decía cosas hermosas pero que escapaban a su entendimiento. Ana tomó el vaso y se sirvió su contenido. Estaba fría... muy fría. Sintió que crecía una energía nueva que iba renovando su cuerpo ya gastado por los años. Suspiró profundamente e, interiormente, dió gracias a Dios.

        María sonreía

        - Si madre... Es un regalo de Dios.

1 comentario:

  1. Tropiezo de nuevo contigo querido papa de Panchito. Me lleno de alegría encontrar un enlace hacia tus palabras, tus cuentos, tus hermosas historias. Ha pasado mucho, mucho tiempo. Solo os dejo un gran abrazo y todo mi cariño. Dios con ustedes siempre. Malusa

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