lunes, 15 de febrero de 2010

SALE EL SOL OTRA VEZ...

Sale el sol otra vez... Sale el sol otra vez y me veo perdido en la maraña de mil calles, de rascacielos que se pierden en las nubes. Está amaneciendo. Como una mórula naciente va apareciendo la vida en la ciudad. Se escucha el arrastrar del carro barredor que avanza y el grito incomprensible del vendedor de diarios. Los grandes mastodontes mecánicos se detienen abriendo sus fauces laterales y engullen seres que aún dormitan, para partir veloces a renovar su gula. El pito arcaico de las fábricas llama al obrero; a ese hombre de trabajo fuerte que le entrega la esencia de su vida, esa vida que las altas chimeneas transforman en nube negra. Las calles se inundan con olas de vehículos de múltiples colores; por las veredas, manchas de personas comienzan a moverse en borbotones. La gran ciudad comienza a vivir su día natural. Una sirena juega con el viento. Semeja a un quejido doloroso y triste. Un punto blanco en la distancia se adelanta, nadie da importancia a esto. Quien espera no apura su llegada. El anciano me miraba fijamente. Su cara de añosas arrugas reflejaba ternura. Su ropa gastada por los tiempos se ocultaba bajo una raída manta de color indefinido. El entorno era diferente, era raro, campos agrestes, planos y resecos. El anciano seguía en su silla de mimbre, mirándome fijamente. - ¡Buenas!... – murmuró a manera de saludo. - Buenos días – respondí mecánicamente. Me sentía alegre por encontrar a alguien con quien poder hablar y compartir. - ¿Quién eres? – pregunté tratando de iniciar una conversación que edificara mi confianza. - ¿Quién soy? – Sonrío - Soy no soy nadie... yo soy todo... todo... sólo soy el que soy… Y tú... ¿Qué has hecho de tu vida? ¡Qué has hecho!.. Pude ver con asombro como mi nuevo amigo estaba desapareciendo, esfumándose en el aire, mientras que en mis oídos continuaban vibrando las palabras... - Nadie... Tooodooo... Nadie.... Sólo el que soy… ¿Y tú que has hecho? Nada ha cambiado. La oscuridad es la misma después del remolino de luz que implosionó en mi mente. No se si estoy dormido, si es así quiero abrir mis ojos pero no los siento. La presión desapareció de mi garganta y los recuerdos se encuentran conformando una intrincada asociación de incomprensibles ideas. Han desfilado escenas tristes, rostros tristes, palabras tristes que se proyectan en un lenguaje extraño. Ya no soy el mismo, he cambiado. He cambiado tanto que ni siquiera puedo saber quien soy ahora... ni recordar lo que antes era. No puedo encontrar la ventana pequeña de mi cuarto. Puedo sonreír, siento miedo, tristeza y añoro mis recuerdos. Pero ¿cómo puedo añorar algo que al parecer actual nunca he tenido? Aún así deseo llenar ese vacío que suspira en mi interior. No siento la piel que me contiene ni la carne de mis huesos; pero disfruto de mi mente como si estuviera liberada de su jaula de materia. Los horizontes se extienden más allá del todo comprensible. Puedo surcar por los aires y zambullirme en las húmedas nubes vaporosas; deslizarme por los angostos senderos de la foresta verde y sumergirme, si lo deseo, en las transparentes aguas de un lago en la montaña. Ya no temo al mar azul profundo, ni siento lo salobre de su espuma. Puedo ver y recorrer una ciudad de algas, juego entre peces de colores que no perciben mi presencia. Recorro las arenas suaves del fondo del mar inmenso y procuro divertirme entre los árboles café-verdes sin hojas que siguen el ondular de las corrientes. Estoy sólo y en mi soledad incomprensible huyo a la lejana superficie. El viento me traspasa y se detiene para hinchar las velas de un velero blanco que se aleja en balanceo suave. Aún me siento sólo y me mezclo en la brisa provocando torbellinos que provocan suaves olas. Frente a mí la montaña alta me muestra sus cumbres nevadas y azulinas; lloro en mi soledad. Los islotes de espuma se han unido y su blancura se fue llenando de sombras y también la altura comienza a llorar. La tierra hermosa siempre acoge esas lágrimas con ternura y enmudece mientras las absorbe con delicia. Yo entre las gotas que atraviesan mi cuerpo permanezco muy solo. ¿Has pensado en la vida? La vida es hermosa cuando se vive intensamente, cuando el pensamiento no deforma la naturalidad del existir. Es bello caminar por el tiempo cuando la conciencia nos sonríe. La vida es hermosa, puede entregar las más bellas sensaciones cuando se vive sin saber vivir; cuando se anhela lo lejano y avanzamos hacia ello transformando el presente en esperanza y, tratando de vivir un futuro en el presente. Que las heridas para no ser olvidadas nos dejan cicatrices. Que nuestro destino no está trazado desde antes sino que responde a la siembra que hemos realizado en nuestra vida… en el pasado lejano, en el ayer inmediato. La cosecha corresponde a nuestra siembra… Pero la siembra muchas veces no depende totalmente de nosotros. La vida parece ser hermosa cuando se logra compartir con quien realmente cree en la hermosura y la busca para ofrendarla a quienes ama. Cuando se transforma en nada para tender la mano a quien la necesita para dar el paso y avanzar. Cuando se tiene aquello que nos hace volver al pasado y se disfruta de él sin recordar el porqué de las caídas sino el cómo levantarse y avanzar de nuevo. Cuando se tiene a alguien que está a nuestro lado al abrir los ojos en la mañana y sentir en su gesto el anhelo de vivir, para compartir, un nuevo día. Cuando sentimos el reflejo de nuestros pensamientos en sus propios pensamientos tibios de ternura, fundidos en el éxtasis del para siempre, aunque presintamos que el tiempo se confunde en la esperanza. Cuando el roce de los cuerpos, la trémula caricia; la respiración que besa nuestros rostros, se confunde y unifica en la materia; piel desnuda que destila amor; unicidad profunda, impregnación... amor que busca al ser amado para avanzar más allá del horizonte. Es hermosa la vida cuando se espera. Cuando existe un futuro, cuando se sueña y se lucha por materializar las ilusiones, comprender los instintos ponderando la razón... Es hermosa la vida cuando se sueña y… he soñado tanto. Tanto he soñado... Me he deslizado a través de las alturas de los volcanes sureños. El frío cordillerano de los amaneceres ha carcomido mi rostro. He sumergido mi cuerpo en aguas tibias, transparentes que en cascadas provienen de lo hondo de la tierra. Fui cuerpo, cárcel de mis ansias y libertad de mi inmateria. También amé y también fui amado… Fui la brisa que en la quietud acarició su cabello. Fui suprema transparencia cuando su mirada en vano buscó mi cuerpo. Estuve allí e hice míos el sonido de sus pasos; me transformé en anhelo al modular sus labios... y fui palabra, fui gemido y sonrisa cuando recorrió el pasado. Estuve en sus recuerdos y su tristeza impregnó mi espíritu... Abrí mis ojos y la luz se transformó en sonrisa. He vivido… sembré y coseché lo sembrado ¿Qué he hecho? Tan sólo tratar de amar y no sé aún si lo he logrado. Es extraño el presente, cuando lo encuentras para avanzar hacia el futuro y cadenciosamente se transforma en un pasado. El sonido estridente de esa sirena se fue perdiendo entre la noche. Mi cuerpo ya se acerca a las tinieblas de la tierra... y yo inicio mi camino hacia la luz. Fin

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