jueves, 14 de noviembre de 2013

MARÍA está conociendo a DIOS...

                                       
        El día era hermoso. Así como esos días que abundan en la baja Galilea. Pese a que el sol brillaba candente una brisa fresca regulaba el ambiente del pueblo. Nazaret estaba situado en las montañas, justo al norte del valle de Jezreel, por ello había una vegetación abundante; en las calles y patios de las casas no era raro encontrar frutales como higueras, parras y olivos. Al frente de la casa que ocupaban Joaquín y Ana, los padres de la pequeña María, había un frondoso 'sicómoro'. Este árbol tiene un fruto parecido al de la higuera pero su follaje es como el del moral.  María acostumbraba a jugar a su sombra con sus amiguitas. Ese día, la pequeña Salomé llego presurosa, tras ella venía  Juana su amiga   

       - María, María... juguemos - le pidieron respirando agitadas                  
       - Si... María, juguemos... Tu sabes muchos juegos e historias ¿A qué jugamos?   
     
        Pese a que ambas niñas eran mayores que María, recurrían a ella para que organizara los sus juegos. A veces danzas muy elementales que coreaban junto con desplazarse y que casi siempre interrumpían por las risas que surgían por alguna equivocación o algún tropiezo; otras veces jugaban a las visitas y adoptaban la personalidad de alguna pariente o vecina especial. En estas ocasiones todas traían jarros y platos de barro cocido que les habían hecho sus padres como juguetes. Pero en esta ocasión, María no demostró entusiasmo por jugar. Y les propuso:

- ¿Pidámosle a mi padre que nos narre una historia? el sabe muchas de esas tan hermosas que enseñan en la Sinagoga... 

 Ambas asintieron entusiasmadas, María fue corriendo a buscar al buen Joaquín, que tras el trabajo mañanero tomaba un merecido descanso en el umbral de la casa. Cuando María le expresó su deseo, se unió a las pequeñas, acomodándose en las raíces del árbol, iniciándo  su relato: 

  “- Cuando el Señor hizo el cielo y la tierra, nada existía; pero Dios todo lo creó. Formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento y vida, y el hombre vivió.
   Dios plantó un huerto en Edén y puso allí  al hombre, y entre todos los árboles que hizo brotar estaban el árbol de la vida y el árbol del conocimiento. Dios le dijo a Adán que podía comer de todos frutos, menos los del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si lo hacía moriría.
Como viera que el hombre estaba solo y necesitaba un ser tan perfecto como él, lo durmió  y de una de sus costillas formó a la mujer . Adán se puso muy contento y felíz la aceptó.

   En el Jardín del Edén había una serpiente que fue donde la mujer y le dijo:
   -¿Dios les dijo que no comieran los frutos del árbol que está en medio del jardín porque si lo hacían  morirían? Eso no es verdad. Lo que pasa es que si lo hacen serán como él. Eva cayó en la intriga y comió; como viera que el fruto era bueno le dio a Adán, su compañero. Entonces, comerlo se abrió su entendimiento y se dieron cuenta que estaban desnudos y trataron de cubrirse con hojas de higuera.

   Cuando el Señor fue al jardín, tuvieron miedo y se escondieron. Dios le pregunto a Adán:
- ¿Quién te hizo saber que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del fruto  prohibido?

   - La mujer que me diste me ofreció y yo comí- Se defendió Adán
   - Fue la serpiente la que me engañó y comí - repuso Eva.

   El Señor dijo a la serpiente:
   - Por  esto, serás maldita entre los animales, te arrastraras y comerás polvo toda tu vida. La mujer será tu enemiga y su descendencia te aplastará la cabeza y tu herirás su talón.
   - Y tú, mujer, tendrás tus hijos con dolor y tu marido te dominará.
   - Y tú, Adán,  ganarás el pan con el sudor de tu frente.
   Luego Dios por su desobediencia, los expulso del huerto del Edén.
   María y sus amigas permanecieron pensativas.

   - María, uno no debe desobedecer lo que el Señor Dios nos manda porque nos puede dejar de querer ¿verdad?

   María la miró sonriendo...
   - Dios es como un papá que nos ama mucho, mucho. Y jamás podría dejarnos de amar... porque nuestros padres siempre nos perdonan ¿o no?
Joaquín fue quien quedó pensativo entonces... y estuvo así mucho tiempo, mucho tiempo...


María aún era una pequeñita, pero ya vislumbraba que Dios , tan temido en esos tiempos, era tierno y bondadoso... como un padre.

PANCHITO, EL TÍTERE DE JETRÓN.
                          
      

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