El día era hermoso. Así como esos días
que abundan en la baja Galilea. Pese a que el sol brillaba candente una brisa
fresca regulaba el ambiente del pueblo. Nazaret estaba situado en las montañas,
justo al norte del valle de Jezreel, por ello había una vegetación abundante;
en las calles y patios de las casas no era raro encontrar frutales como
higueras, parras y olivos. Al frente de la casa que ocupaban Joaquín y Ana, los
padres de la pequeña María, había un frondoso 'sicómoro'. Este árbol
tiene un fruto parecido al de la higuera pero su follaje es como el del
moral. María acostumbraba a jugar a su sombra con sus amiguitas. Ese
día, la pequeña Salomé llego presurosa, tras ella venía Juana su
amiga
-
Si... María, juguemos... Tu sabes muchos juegos e historias ¿A qué
jugamos?
Pese a que ambas niñas eran mayores que María, recurrían a ella para que
organizara los sus juegos. A veces danzas muy elementales que coreaban junto
con desplazarse y que casi siempre interrumpían por las risas que surgían por
alguna equivocación o algún tropiezo; otras veces jugaban a las visitas y
adoptaban la personalidad de alguna pariente o vecina especial. En estas
ocasiones todas traían jarros y platos de barro cocido que les habían hecho sus
padres como juguetes. Pero en esta ocasión, María no demostró entusiasmo por
jugar. Y les propuso:
- ¿Pidámosle a
mi padre que nos narre una historia? el sabe muchas de esas tan hermosas que
enseñan en la Sinagoga...
Ambas
asintieron entusiasmadas, María fue corriendo a buscar al buen Joaquín, que
tras el trabajo mañanero tomaba un merecido descanso en el umbral de la casa.
Cuando María le expresó su deseo, se unió a las pequeñas, acomodándose en las
raíces del árbol, iniciándo su relato:
“- Cuando
el Señor hizo el cielo y la tierra, nada existía; pero Dios todo lo creó. Formó
al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento y vida, y el hombre
vivió.
Dios plantó un huerto
en Edén y puso allí al hombre, y entre todos los árboles que hizo brotar
estaban el árbol de la vida y el árbol del conocimiento. Dios le dijo a Adán
que podía comer de todos frutos, menos los del árbol del conocimiento del bien
y del mal. Si lo hacía moriría.
Como viera que el
hombre estaba solo y necesitaba un ser tan perfecto como él, lo durmió y
de una de sus costillas formó a la mujer . Adán se puso muy contento y felíz la
aceptó.
En el Jardín del Edén
había una serpiente que fue donde la mujer y le dijo:
-¿Dios les dijo que
no comieran los frutos del árbol que está en medio del jardín porque si lo
hacían morirían? Eso no es verdad. Lo que pasa es que si lo hacen serán
como él. Eva cayó en la intriga y comió; como viera que el fruto era bueno le
dio a Adán, su compañero. Entonces, comerlo se abrió su entendimiento y se
dieron cuenta que estaban desnudos y trataron de cubrirse con hojas de higuera.
- ¿Quién te hizo
saber que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del fruto prohibido?
- La mujer que me
diste me ofreció y yo comí- Se defendió Adán
- Fue la serpiente la
que me engañó y comí - repuso Eva.
El Señor dijo a la
serpiente:
- Por esto,
serás maldita entre los animales, te arrastraras y comerás polvo toda tu vida.
La mujer será tu enemiga y su descendencia te aplastará la cabeza y tu herirás
su talón.
- Y tú, Adán,
ganarás el pan con el sudor de tu frente.
Luego Dios por su desobediencia,
los expulso del huerto del Edén.
María y sus
amigas permanecieron pensativas.
- María, uno no debe
desobedecer lo que el Señor Dios nos manda porque nos puede dejar de querer
¿verdad?
María la miró
sonriendo...
- Dios es como un
papá que nos ama mucho, mucho. Y jamás podría dejarnos de amar... porque
nuestros padres siempre nos perdonan ¿o no?
Joaquín fue quien quedó pensativo entonces... y estuvo así mucho tiempo,
mucho tiempo...
María aún era una pequeñita, pero ya vislumbraba que Dios , tan temido en
esos tiempos, era tierno y bondadoso... como un padre.
PANCHITO, EL TÍTERE DE JETRÓN.
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