Mi papito Jetrón tiene un amigo con el que se junta cada
cierto tiempo. Más de una vez lo acompañé y pude conocerlo en persona. Por lo
general mi papito no habla de su
historia pero conmigo parece que hace una excepción ya que, mientras caminamos,
me cuenta anécdotas y aventuras.
Una
mañana me contó que conoció a su amigo hace ya muchos años. Yo no había pensado
que mi papito había sido alguna vez un niño… pero si lo fue. Me hubiese gustado
verlo en ese tiempo: flaco, pelo tieso
corto, inquieto y maldadoso risueño. No como ahora: cuasi gordo… gordote, casi
sin cabello y, el casi, blanco y tratando de esconder los claros capilares. Su
expresión facial es transparente al día. A su amigo lo llama “Lalo”. Raro el nombre
¿verdad? Pero luego supe que a los 'Eduardo', por cariño, se les llama Lalo;
así como a los 'Francisco' se les llama Pancho y a los Francisco chicos, así
como yo, se les llama Panchito, por cariño.
Lalo ha
tenido y tiene una vida diferente a la que tuvo y tiene mi papá. Él ha estado
siempre solo. No ha tenido a nadie cerca que se preocupe de él. Cuando era muy
pequeño quiso ser como un pajarito y dejó el nido de su casa y se puso a
recorrer el mundo. Pudo hacer lo que deseaba, aprendió a sobrevivir y fue acumulando días, meses y años a su vida.
Parece que esos años son diferentes a los de mi papá ya que al verlo, me
pareció harto más viejo. Anda lento, respira rápido y echa harto humo. Vi que
su rostro sólo se iluminó con una sonrisa cuando se encontró con su amigo. Una
mirada larga, un abrazo corto, un caminar lento y silencioso hasta un banco de
la plaza.
-
¿Te acuerdas, Jetrón, de nuestros antiguos
amigos?
-
Claro que me acuerdo… El Chita, el Juan Cebolla
y el Pilme… ¿Que es de ellos?
Un corto silencio espeso…
-
Ya no están, se fueron. Cada cual se dejó llevar
por la ‘Pelá’. Seguro que más de uno le tiró los corridos… Pero la verdad es
que partieron calladitos.
Mi papá Jetrón bajó la cabeza y alcancé a ver como brillaban
sus ojos.
-
¿Te acuerdas, Jetrón, cuando íbamos a bañarnos al rio, allá en Los
Alamitos?
-
Claro que me recuerdo. Como no teníamos traje de
baño nos metíamos al agua desnudos… en ‘pelotas’, así no ‘más.
-
- ¿Te acuerdas esa vez, que llegó una familia y
se quedó descansando cerca de donde
habíamos dejado nuestras ropas. Y las chiquillas, hijas del matrimonio, no
aguantaban la risa cuando nos miraban como nosotros, con el agua hasta el
cuello, ya tiritando, no nos atrevíamos a movernos siquiera.
-
Claro que me acuerdo amigo. Todavía creo oír el
castañear de nuestros dientes. Pero al poco rato (que nos parecieron horas), se
fueron siguiendo su camino y nosotros salimos corriendo hacia nuestra ropas.
Sólo entonces escuchamos las risas burlonas de las niñas que se habían quedado
escondidas tras las zarzas. Un momento de indecisión y corrimos nuevamente a
sumergirnos en el agua fría…
-
Claro que nosotros corrimos y nos tiramos al
agua… Pero, recuerda, el Juan Cebolla, flaco y huesudo, desgreñado y picante,
se quedó parado frente a ellas, con las manos en la cintura haciendo coro al
principio con sus carcajadas y luego como solista de los gritos de las niñas
que huyeron aterrorizadas….
Tiene que haber sido muy divertida esa aventura, ya que después
de tantos años, mi papito Jetrón y su amigo Lalo, aún se reían a plenas
carcajadas… Yo, al verlos pude tener la visión de dos niños del ayer que salían
de sus cuerpos ya gastados.
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