sábado, 20 de julio de 2013

EL AMIGO DE JETRÓN

           
                Mi papito Jetrón tiene un amigo con el que se junta cada cierto tiempo. Más de una vez lo acompañé y pude conocerlo en persona. Por lo general  mi papito no habla de su historia pero conmigo parece que hace una excepción ya que, mientras caminamos, me cuenta anécdotas y aventuras.
                Una mañana me contó que conoció a su amigo hace ya muchos años. Yo no había pensado que mi papito había sido alguna vez un niño… pero si lo fue. Me hubiese gustado verlo en ese tiempo:  flaco, pelo tieso corto, inquieto y maldadoso risueño. No como ahora: cuasi gordo… gordote, casi sin cabello y, el casi, blanco y tratando de esconder los claros capilares. Su expresión facial es transparente al día.  A su amigo lo llama “Lalo”. Raro el nombre ¿verdad? Pero luego supe que a los 'Eduardo', por cariño, se les llama Lalo; así como a los 'Francisco' se les llama Pancho y a los Francisco chicos, así como yo, se les llama Panchito, por cariño.
                Lalo ha tenido y tiene una vida diferente a la que tuvo y tiene mi papá. Él ha estado siempre solo. No ha tenido a nadie cerca que se preocupe de él. Cuando era muy pequeño quiso ser como un pajarito y dejó el nido de su casa y se puso a recorrer el mundo. Pudo hacer lo que deseaba, aprendió a sobrevivir  y fue acumulando días, meses y años a su vida. Parece que esos años son diferentes a los de mi papá ya que al verlo, me pareció harto más viejo. Anda lento, respira rápido y echa harto humo. Vi que su rostro sólo se iluminó con una sonrisa cuando se encontró con su amigo. Una mirada larga, un abrazo corto, un caminar lento y silencioso hasta un banco de la plaza.
-          ¿Te acuerdas, Jetrón, de nuestros antiguos amigos?
-          Claro que me acuerdo… El Chita, el Juan Cebolla y el Pilme… ¿Que es de ellos?
Un corto silencio espeso…
-          Ya no están, se fueron. Cada cual se dejó llevar por la ‘Pelá’. Seguro que más de uno le tiró los corridos… Pero la verdad es que partieron calladitos.
Mi papá Jetrón bajó la cabeza y alcancé a ver como brillaban sus ojos.
-          ¿Te acuerdas, Jetrón,  cuando íbamos a bañarnos al rio, allá en Los Alamitos?
-          Claro que me recuerdo. Como no teníamos traje de baño nos metíamos al agua desnudos… en ‘pelotas’, así no ‘más.
-          - ¿Te acuerdas esa vez, que llegó una familia y se quedó descansando  cerca de donde habíamos dejado nuestras ropas. Y las chiquillas, hijas del matrimonio, no aguantaban la risa cuando nos miraban como nosotros, con el agua hasta el cuello, ya tiritando, no nos atrevíamos a movernos siquiera.
-          Claro que me acuerdo amigo. Todavía creo oír el castañear de nuestros dientes. Pero al poco rato (que nos parecieron horas), se fueron siguiendo su camino y nosotros salimos corriendo hacia nuestra ropas. Sólo entonces escuchamos las risas burlonas de las niñas que se habían quedado escondidas tras las zarzas. Un momento de indecisión y corrimos nuevamente a sumergirnos en el agua fría…
-          Claro que nosotros corrimos y nos tiramos al agua… Pero, recuerda, el Juan Cebolla, flaco y huesudo, desgreñado y picante, se quedó parado frente a ellas, con las manos en la cintura haciendo coro al principio con sus carcajadas y luego como solista de los gritos de las niñas que huyeron aterrorizadas….

                  Tiene que haber sido muy divertida esa aventura, ya que después de tantos años, mi papito Jetrón y su amigo Lalo, aún se reían a plenas carcajadas… Yo, al verlos pude tener la visión de dos niños del ayer que salían de sus cuerpos ya gastados. 

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