martes, 24 de febrero de 2009

Los esposos se santifican con su amor

Desde luego, amar santifica a la persona que ama. Pero después del sacramento del matrimonio hay algo más: amar santifica también a la persona amada. Desde el momento en que sus amores son amalgamados con el amor que Cristo les tiene, todos los actos de amor de los esposos son también vehículo del amor de Cristo por ellos y, por lo tanto, vehículos de la gracia. Por estar unidos a Cristo, los esposos son instrumentos de gracia y de santificación mutua. Atreviéndonos a poner estas ideas en una actuación concreta podríamos decir lo siguiente: cuando una esposa espera a su marido por la noche con una cena caliente, no sólo le hace un gesto de amor humano sino este gesto de amor suyo es, también, portador del amor de Cristo (por tanto, de gracia) hacia él. Cuando un esposo acompaña a su esposa en un momento difícil, dándole el apoyo que necesita, le da amor, pero le comunica, también, el amor (la gracia) que Cristo le tiene. Así, los esposos son los embajadores del amor de Cristo el uno para el otro. ¡Qué hermosa misión!: “con mi amor por ti, me toca hacer presente el amor que Dios te tiene. Mi amor por ti hace ‘visible’ ese amor divino”.

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