Hola... Bueno, ustedes ya me conocen... Soy el títere de Jetrón. Mi papitp me ha contado historias del "Así pudo ser", de la vida de Marita, la Virgen cuando niña y yo he querido compartirlas con ustedes. Hoy veremos como el carpintero José y la jovencita María, accedieron a unirse por toda una vida... Bueno así pudo ser... ¿Verdad?
o0o
El atardecer en Nazaret era realmente hermoso.
Ese pueblito estaba situado en las montañas bajas, al norte del valle de
Jezreel. Algunas de las colinas en sus inmediaciones se elevaban a un
centenar de metros sobre las casas de la ciudad. Cuando el sol comenzaba a
esconderse tras el lejano horizonte y el cielo sostenía nubes como trozos de
algodón, la luz que escapaba de soslayo las vestía de dorados colores y rojizos
tonos que entregaban al entorno una belleza que llegaba a lo irreal.
María y sus padres, Joaquín y Ana, acostumbraban
a sentarse frente a la casa desde donde, juntos y en silencio, admiraban la
creación hecha realidad en ese ocaso maravilloso que impulsaba a la
alabanza.
Esa tarde, ni María ni Ana se unieron a Joaquín
para disfrutar de ese espectáculo. José el carpintero, había ido a conversar
con el jefe de familia. Ana les había llevado una jarra de agua fresca y un
platón con aromática harina obscura hecha con cebada tostada a fuego lento;
refresco y alimento que se fué consumiendo entre frases y palabras hasta
convertirse en nada.
Joaquín, se levantó dirigiéndose al interior de
la casa, luego de murmurar al oido de su esposa, siguió su camino hasta donde
se encontraba María, al fondo del patio interior, bajo la higuera.
- María, hija mía -le dijo- Tú sabes que no se
acostumbra a consultar con las hijas el destino y su unión matrimonial.
Somos los padres quienes por su experiencia debemos cautelar la felicidad
de las hijas, escogiendo el esposo a cada una de ellas...
José hizo una pausa, inquieto por la mirada
impasible de su hija..
- ...Pero yo, María, no puedo decidir por tí
sobre tu destino... por eso deseo que hables con quien desea compartir contigo
su vida como esposo. Es José el carpintero... Tú ya lo conoces, es un buen
hombre...
María tomó el brazo de su padre y le dijo:
- Papá, lo que tú dispongas será mi decisión;
pero antes deseo que me permitas hablar unos momentos con José. a solas.
Cuando José llegó donde María, esta le sonrío con
cariño y lo invitó a sentarse. se inición un conversación amena y
tranquila. José relató parte de su vida, de su infancia allá en
Belén de donde eran originarios. De su trabajo, de su soledad, de la muerte de
sus padres cuando era un niño. De su amor y respeto por Dios... María habló con
suavidad. Compartió el amor profundo que sentía por sus padres, Joaquín y Ana.
Se emocionó cuando se refirió al papel de Dios en su vida...
- José, no tengo dudas que eres un hombre bueno y
que merece lo mejor para su vida. Cualquier mujer se sentiría grata y orgullosa
de ser tu esposa. Eres recto, gentil y trabajador; pero además eres creyente y
respetuoso de Dios. Pero debes saber algo que me impide aceptar con alegría ser
tu esposa...Desde muy niña, muy pequeña, me ofrecí a Dios en cuerpo y alma. Me
ofrecí para poder ser sus manos y su boca... Ser su instrumento... Yo no
me pertenezco y por eso no puedo pertenecer a ningún hombre. No podría ser la
madre de tus hijos porque Dios es mi Señor...
El, la escuchó en silencio con mucha atención. En
un momento tomó las manos de María... no como un pretendiente osado sino como
un padre tierno y compasivo.
- María, pequeña y hermosa niña de Dios. Siempre
te he admirado y te respeto por sobre todo lo de esta tierra. Tu padre ya me
había comentado sobre tu entrega voluntaria al Señor. debo decirte que no te
quiero para que seas mi mujer... la madre de mis hijos. Yo te amo como parte de
Dios y deseo acompañarte en tu misión. Deseo que estés conmigo y así poder
protegerte, compartir contigo nuestra vida en una entrega mútua a Dios y sus
designios. Yo siempre estaré a tu lado y jamás me atrevería a pedirte más de lo
tú puedas entregar. Deseo tu felicidad... y me ofreceré a Dios, así como tú lo
hiciste, para ser tu compañero fiel y abnegado.
Las palabras de José se transformaron en un
silencio hermoso casi espiritual.
Bajo la higuera, José y María, contemplaron el
maravilloso espectáculo que la naturaleza les brindaba esa tarde. En sus
rostros se reflejaba una gran serenidad.
El cielo entonces se vistió de gala...
Que lindo ¿verdad? Marita ya conoció a José
quien será su esposo y compañero...Esperemos lo que aún vendrá...
Panchito, el títere de Jetrón
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